En esos primeros días, en 1994, era una fiesta para mi preparar la mesa donde los cristales se verían a pleno sol debajo de los frondosos árboles.
Toda la escuela convocaba a vivir un día de alegría y el encuentro entre todas las familias compartiendo ricas comidas, música y juegos. Y la mesa de Cristales brillaba al sol y en los ojos de los niños y adultos que se acercaban.
Uno de esos días, llegue temprano, puse un mantel muy bonito y comencé a acomodar todas las piedras para que se lucieran sus colores, sus formas particulares y su belleza.
Los rayos de sol (amigos de los cristales) bañaban con su luz destellando brillos y enalteciendo sus tonalidades.
Corrían por allí unos cinco o seis niños, de primer grado.
De pronto, al ver la mesa de las piedras, se pararon delante de ella admirando todos los regalos que nos hace la naturaleza.
Nuevamente salieron corriendo pero…al ratito aparecieron con una cartel hecho de todos colores que decía: “Tesoros de la Naturaleza” y me lo regalaron para que lo colgara en la mesa de las piedras, así ahora, este rincón tendría un nombre que los niños habían elegido.
En el año 2011, cuando la Tienda de cristales abrió, ese era el nombre que debía tener. Nadie mejor que un niño para describir con simpleza la maravilla de los cristales.
En una tarde lluvia muy suave, Margarita, de unos nueve años, debía elegir un regalo para su maestra. Con la ayuda de su mamá había tejido un hermoso cuenco de colores para guardar el cristal.
Trajo sus ahorros, todas sus monedas!. Parecían no alcanzar para el tamaño de piedra que necesitábamos colocar en el cuenco.
Ella, ajena a todo esto, simplemente hizo lo que le pedí, miró todas las vitrinas y eligió varias piedras que le gustaban para su regalo.
Pero los niños tienen una mirada especial y las coincidencias mágicas suceden.
En un momento dado, Margarita dijo con entusiasmo:
-¡Aquí está!
Su mamá tomó la piedra que sólo a los ojos de un niño puede encontrar fácilmente.
Era una drusa de Cuarzo Cristal con puntas muy transparentes llenas de bellísimos arcoíris y del tamaño exacto del cuenco. Parecía que le cuenco había sido tejido alrededor de la piedra.
Para sorpresa mía y de su mamá, tenía un precio “viejo” por el cual sus monedas (que eran muchas) alcanzaron.
Y como de costumbre cada vez que un niño viene con sus ahorros, les cuento que con ese dinero compraré muchas piedritas y le devuelvo una moneda para que su alcancía no quede vacía, símbolo de la abundancia y prosperidad.